Terapia de pareja online: cuando ya no podéis seguir igual

Un aviso antes de empezar
Lo que vas a leer aquí no es cómodo.
No está pensado para animar, ni para vender nada.
Está escrito para quienes saben que algo se ha roto y quieren dejar de girar en círculos.Si estás ahí, sigue leyendo.
Si no, quizá aún no es el momento.
¿Por qué hacer una terapia de pareja online?
No hace falta que estéis al borde de la ruptura para buscar ayuda.
Pero sí hace falta que reconozcáis algo:
ya no estáis bien.
Puede que discutáis por todo.
O que ya no habléis de nada.
Puede que uno quiera más que el otro.
O que simplemente haya una distancia que se ha hecho hielo.
No es solo desgaste.
Es que algo se ha roto.
Y seguís, pero sin alegría, sin deseo, sin mirada.
Al menos uno de los dos.
A veces pensáis que es una fase.
O que estáis exagerando.
Pero en el fondo lo sabéis:
esto ya no es lo que era.
Pedir ayuda no es rendirse.
Es un gesto de respeto.
Por lo que fuisteis.
Y por lo que aún podría ser,
si os atrevéis a mirarlo sin disfraz.
La terapia de pareja online sirve para eso:
para parar, mirar de verdad, y decidir con claridad.
No desde la rabia.
No desde el miedo.
Desde un lugar donde ya no podáis engañaros.
Esto no es una terapia de pareja cualquiera
Aquí no vais a salir con tareas para casa.
Ni con ejercicios para mejorar la comunicación.
Ni con frases tipo: “cuando tú me dices eso, yo me siento…”.
Esto no va de técnicas.
Va de verdad.
Porque muchas parejas no necesitan hablar más.
Necesitan dejar de fingir.
Fingir que todo está bien por los hijos.
Fingir que el problema es la rutina.
Fingir que aún queda algo, cuando ya no queda casi nada.
Tampoco es una terapia neutral.
No me limito a escuchar y devolver preguntas.
Intervengo. Digo lo que veo.
Y si uno de los dos ya no quiere seguir, se dice.
Aunque duela.
Aunque no convenga.
No se trata de salvar la relación.
Se trata de ver si aún hay algo que merezca ser salvado. Porque muchas veces si lo hay.
Y si no lo hay, poder soltar sin culpa.
¿Cómo es una sesión de pareja online conmigo?
Las sesiones son por videollamada.
No necesitáis estar en el mismo sitio.
Ni tenerlo todo claro antes de empezar.
Solo hace falta una cosa:
querer mirar lo que hay.
A veces os veré juntos.
A veces por separado.
Depende del momento, de lo que ocurra, de lo que sea más útil.
No hay un protocolo fijo.
No uso métodos cerrados ni fases predefinidas.
Lo que sí hay es presencia.
Escucha real.
Y preguntas que no podéis esquivar.
Porque si estáis aquí,
es porque ya no basta con seguir como hasta ahora.

Me llamo Eugenio Pardo
No soy terapeuta al uso. Tampoco coach en el sentido que se estila.
Trabajo con personas que sienten que ya no pueden seguir igual.
He estado muchas veces frente a parejas que no sabían si dejarlo o darse una última oportunidad.
También frente a personas que seguían ahí por miedo, por costumbre, o porque no sabían cómo soltar sin romperse del todo.
La mayoría de las parejas llegan cuando ya está todo muy desgastado.
Pero a veces, si llegan antes de caer del todo, todavía hay margen para reconstruir algo que valga la pena.
No depende de mí.
Depende de si aún queda algo real entre los dos.
Yo no tengo un método ni un guion.
Pero sé ver lo que está ocurriendo, incluso cuando parece un lío.
Y si queréis mirar eso sin disfraz, quizá os pueda ser útil.
¿Es para vosotros esta terapia de pareja en línea?
No es para quienes buscan mejorar la comunicación.
Ni para quienes quieren “fortalecer el vínculo” sin mirar lo que hay debajo.
Es para quienes ya no pueden seguir igual.
Aunque no sepan si quieren seguir juntos.
Aunque haya dudas, heridas, preguntas abiertas.
Es para vosotros si:
– Sentís que ya no estáis en la misma página.
– Hay cariño, pero el deseo o la intimidad se han apagado.
– Discutís por todo… o ya no habláis de nada que importe.
– Uno quiere más que el otro. O más compromiso. O más presencia.
– Habéis pasado por algo que os descolocó: infidelidad, distancia, traición silenciosa.
– Os sentís solos, incluso estando acompañados.
– Sabéis que algo tiene que cambiar, pero no sabéis si ese cambio puede hacerse en pareja.
No hace falta tener respuestas.
Pero sí hace falta dejar de vivir en automático.
¿Y si el problema no es la comunicación?
Muchas veces lo que falla no es cómo habláis.
Es lo que no os atrevéis a decir.
O peor: lo que ya sabéis, pero nadie nombra.
Se habla mucho de “comunicarse mejor”.
Pero si debajo hay miedo, agotamiento o una estructura rota,
ni el mejor diálogo sirve para nada.
Porque no es lo mismo no entenderse
que ya no elegirse.
No es lo mismo discutir mal
que representar un guion que ya no os representa.
A veces uno se aferra porque tiene el apego activado:
necesita señales, respuestas, seguridad constante.
No es amor. Es pánico.
O el otro se enfría, se aleja, deja de estar.
No por maldad, sino porque vincularse le asfixia.
No es libertad. Es miedo disfrazado de calma.
O simplemente habéis construido una rutina
que ya no os sostiene.
Y seguís por los hijos, la casa, el relato compartido…
aunque por dentro estéis vacíos.
Todo eso también se puede mirar aquí.
Sin manuales.
Sin excusas.
Sin negarlo más.
¿Y si uno quiere seguir y el otro no?
Esto pasa más de lo que se dice.
Uno ya no quiere seguir.
El otro no lo acepta.
Y la terapia se convierte en un campo minado.
Aquí no venís a salvar la relación a toda costa.
Venís a ver si aún existe.
Si uno ya no quiere estar, no se finge que sí.
No se fuerza.
No se presiona.
Pero tampoco se niega la verdad.
A veces quien quiere irse está agotado, confuso, cerrado.
Y necesita decirlo sin ser tratado como el villano.
A veces quien quiere quedarse se aferra, suplica, lo justifica todo.
Y necesita ver que ese amor no puede sostener a los dos.
Aquí se nombra el desequilibrio.
Y desde ahí, se decide:
– ¿Tiene sentido seguir hablando?
– ¿O lo que queda es despedirse bien?
No se trata de que uno convenza al otro.
Se trata de que ambos puedan ver con claridad lo que está pasando.
Sin manipulación.
Sin silencio.
Sin autoengaño.
Un caso real: Marta y Luis
Marta sabía que algo no iba bien desde hacía años.
Luis estaba distante. Apenas hablaba. Ya no la miraba igual.
Ella insistía, preguntaba, proponía planes, conversaciones.
Él respondía con monosílabos.
Cada vez que Marta pensaba en irse, se le encogía el cuerpo.
Le entraban náuseas. Mareo.
“Es que cuando está bien, es maravilloso.”
Eso se repetía por dentro como un mantra.
Y por eso se quedaba.
No por amor.
Por miedo a lo que pasaría si él ya no estuviera.
Luis, por su parte, no entendía qué le pasaba.
Sentía que estaba cumpliendo.
No hacía daño. No gritaba. No se iba.
Pero tampoco estaba.
Había aprendido a quedarse sin implicarse.
A no desear. A no decir nada.
A que todo pasara sin él.
En la primera sesión no pasó nada espectacular.
Solo esto:
Marta pudo decir que sentía que se estaba perdiendo a sí misma.
Luis pudo reconocer que llevaba años apagado, pero que no sabía cómo salir.
Ninguno tenía claro si quería seguir.
Pero por fin estaban hablando desde un lugar que no era la superficie.
A veces eso es todo lo que hace falta para empezar:
dejar de actuar.
Y mirar sin disfraz lo que el otro ya sabe.
A veces, cuando todavía queda amor de verdad y ambos estáis dispuestos a miraros sin disfraz, la terapia abre un espacio que sorprende. No devuelve lo que se perdió, pero sí puede reconstruir algo nuevo, más real que lo que había antes. Eso ocurre cuando los dos quieren estar, aunque cueste.
Pero también hay que decirlo: si uno ya no quiere, si lo único que sostiene es el miedo, entonces no hay técnica que lo salve. La diferencia no la marca la terapia. La marca lo que aún queda vivo entre vosotros.
Qué cambia tras esta terapia de pareja online
No puedo decirte si vais a seguir juntos o si vais a separaros. Eso no depende de mí. Lo que sí sé es que, después de una terapia de pareja online conmigo, ya no estaréis en el mismo punto.
Porque cuando se nombra lo que duele, cuando se deja de fingir, algo cambia. A veces lo que cambia es que se abre un espacio para reconstruir, porque todavía queda amor y ambos queréis estar ahí. Y entonces se empieza de otra manera, más real, más consciente.
Otras veces lo que cambia es que uno por fin reconoce que no quiere seguir, y el otro puede verlo sin vivir en la trampa de la duda eterna.
En ambos casos, la claridad corta el círculo en el que estabais atrapados. Eso es lo único que puedo prometer: que después de mirarlo de verdad, ya no habrá marcha atrás al autoengaño. Y desde ahí, podréis decidir con dignidad qué hacer con lo que queda entre vosotros.
¿Y si tu pareja no quiere venir?
Si eres tú quien está leyendo esto
y no sabes si tu pareja va a querer,
podemos empezar contigo.
Porque a veces, uno solo ya puede mover algo.
Si quieres ver en detalle en qué casos la terapia ayuda y en cuáles no, puedes leer Terapia de pareja: cuando sirve y cuando no
Cómo se empieza la terapia de pareja (y por dónde se sigue)
A la terapia de pareja se entra por el Servicio técnico del alma.
Ahí se ve si el vínculo tiene arreglo o si lo que toca es cerrar.
Desde ahí, el camino se bifurca:
si hay base y queréis probar de verdad → Tres semanas de presencia,
si ya está claro pero cuesta soltar, o vienes solo → Frente al miedo.
Si decides moverte
Esto no va de hablar.
Va de mover.
Y para eso, hay tres formas posibles.
Cada una sirve para un momento distinto.

▸ Frente al miedo
Una hora de trabajo real.
Puedes venir una vez,
pero lo que transforma de verdad es volver:
semana a semana, cada quince días, o al mes.
No hay estructura fija.
Hay compromiso.

▸ Servicio técnico del alma
Una sola sesión intensiva de dos horas.
Una revisión profunda para ver qué sigue funcionando
y qué hay que dejar.
Entras, miras todo, sales con dirección.
Sin proceso. Sin vueltas.
Si aún dudas, mándame un mensaje o llámame. No para convencerte, sino para ver si este espacio es el que necesitas.
Sí.
Pero no como la imaginas.
No es psicoterapia clínica.
No es la terapia de un gabinete de psicólogos.
Tampoco es coaching. Ni acompañamiento emocional.
Aquí no se diagnostica.
No se aplican técnicas.
No se trabaja con objetivos a cumplir.
Pero si entiendes la terapia como un proceso real,
donde alguien avanza, toma decisiones,
sale del bucle y deja de actuar igual que siempre…
entonces sí, esto también es terapia.
Lo que se hace aquí es más crudo:
mirar lo que haces cuando evitas, repites, te bloqueas o te engañas.
Y desde ahí, decidir distinto.
Puedes entenderlo todo, hablarlo todo, sentirlo todo.
Pero si no haces algo distinto, vas a acabar en el mismo sitio.
Esto va de mover ficha. No de analizar la partida.
Ir directo
Sobre este lugar
→ Quién soy
(No es una empresa. Hay una persona detrás. Aquí puedes ver quién.)
→ Contactar por WhatsApp (+34 659 88 12 63)
(Si no lo tienes claro, puedes escribir directo. No hay robots.)
→ Fuera del Mapa
(Si quieres entender mejor desde dónde se concibe Apegos Posibles.)