Terapia de pareja en Ciudad de México (CDMX). Sesiones en línea desde casa

Si estás en Ciudad de México y buscas terapia de pareja, aquí lo trabajamos por videollamada México – España. Da igual en qué parte de la ciudad estés, no necesitas desplazarte.
Cuando cumplir con lo esperado no alcanza para estar bien
Vivir en CDMX es moverse entre tráfico, prisas y ruido. Afuera todo va deprisa.
Pero en casa, el ruido es otro: discusiones que empiezan por nada, silencios que pesan más que cualquier palabra, abrazos que se sienten cada vez más fríos.
Lo intentáis una y otra vez.
Hablar, callar, perdonar.
Y siempre acaba igual: uno cargando la culpa, el otro tomando distancia.
Mientras tanto, la vida no se detiene. El trabajo, la familia, la rutina siguen.
Pero por dentro ya no hay calma: lo que antes era apoyo hoy se siente como peso, y lo que antes ilusionaba ahora parece más un deber que una elección.
A veces parece que todavía queda algo, pero enseguida vuelve la bronca o el cansancio.
Y ahí surge la duda que duele: ¿queda un nosotros real, o solo estamos repitiendo lo que ya no funciona?
No es terapia al uso. Es otra cosa.
En CDMX sobran consejos: los amigos, la familia, hasta los desconocidos opinan de tu relación.
Pero lo que pasa entre cuatro paredes no lo arregla un “échale ganas” ni un “ya se les pasará”.
Aquí no vas a encontrar ejercicios para comunicar mejor ni tareas para casa.
No voy a pedirte que anotes tus emociones ni que practiques “hablar con más empatía”.
Eso ya lo intentaste.
Y si alcanzara, no estarías leyendo esto.
Lo que hacemos aquí es distinto:
mirar de frente lo que duele sin adornos,
nombrar lo que ninguno de los dos se atreve a decir,
y dejar claro qué pasa cuando todo se pone sobre la mesa.
No vengo a convencerte de salvar la relación.
Tampoco de romperla.
Vengo a que dejes de girar en lo mismo,
y que decidas sin miedo,
sin quedarte atrapado entre ruido de fuera y silencio de dentro.
Cuándo sirve y cuándo no
Sirve cuando hacia fuera todo parece normal —trabajo, familia, planes sociales—, pero al llegar a casa la distancia se nota en cada gesto.
Cuando hay discusiones que estallan por nada, silencios que se alargan, o muestras de cariño que se sienten más como obligación que como deseo.
Sirve si ya probaste todo: hablar hasta agotarte, callar para no encender otra pelea, perdonar aunque la herida no cierre, volver a intentarlo “por los hijos” o por la costumbre, prometer que ahora sí… y aun así volver al mismo punto.
Sirve si quieres claridad real: saber si todavía hay algo vivo que pueda reconstruirse, o si lo más honesto es aceptar que ya no.
No sirve si esperas que el otro cambie mientras tú no mueves nada.
No sirve si lo que buscas es un manual de “pasos para llevarse mejor” que maquille lo que ya no funciona.
Aquí no se trata de que todo vuelva a parecer perfecto hacia fuera.
Se trata de mirar lo que hay sin disfraces y decidir con verdad: si queda raíz para empezar de nuevo, o si lo que queda es soltar sin culpa ni teatro.
A veces, cuando todavía queda amor de verdad y ambos estáis dispuestos a miraros sin disfraz, la terapia abre un espacio que sorprende. No devuelve lo que se perdió, pero sí puede reconstruir algo nuevo, más real que lo que había antes. Eso ocurre cuando los dos quieren estar, aunque cueste.
Pero también hay que decirlo: si uno ya no quiere, si lo único que sostiene es el miedo, entonces no hay técnica que lo salve. La diferencia no la marca la terapia. La marca lo que aún queda vivo entre vosotros.
En ocasiones hace falta verlo explicado con calma: cuándo la terapia de pareja puede servir de verdad… y cuándo no va a cambiar nada. Lo escribí aquí. → Cuándo la terapia de pareja sí ayuda y cuándo no
Cómo son las sesiones
No tienes que venir preparado.
No hay guion, ni tarea para casa.
La sesión empieza con lo que traes tal cual: el cansancio, la duda, la bronca o el silencio.
A veces hablamos los tres (cuando viene la pareja).
A veces uno calla y el otro se desborda.
O uno de los dos decide entrar solo.
Yo no decido por ti.
No te doy consejos fáciles.
Lo que hago es poner orden en medio del caos:
sacar a la luz lo que no se está diciendo,
sostener la tensión sin suavizarla,
y abrir el espacio para que la decisión deje de estar en pausa.
Puede incomodar, pero no es un castigo.
Es un espacio para decir lo que normalmente se evita,
y para encontrar, aunque pese, la claridad que hasta ahora no aparecía.
Cómo se empieza la terapia de pareja (y por dónde se sigue)
A la terapia de pareja se entra por el Servicio técnico del alma.
Ahí se ve si el vínculo tiene arreglo o si lo que toca es cerrar.
Desde ahí, el camino se bifurca:
si hay base y queréis probar de verdad → Tres semanas de presencia,
si ya está claro pero cuesta soltar, o vienes solo → Frente al miedo.
Si decides moverte, esto es lo que hago.
Esto no va de hablar.
Va de mover.
Y para eso, hay tres formas posibles.
Cada una sirve para un momento distinto.

▸ Frente al miedo
Una hora de trabajo real.
Puedes venir una vez,
pero lo que transforma de verdad es volver:
semana a semana, cada quince días, o al mes.
No hay estructura fija.
Hay compromiso.

▸ Servicio técnico del alma
Una sola sesión intensiva de dos horas.
Una revisión profunda para ver qué sigue funcionando
y qué hay que dejar.
Entras, miras todo, sales con dirección.
Sin proceso. Sin vueltas.
Quién está al otro lado
Soy Eugenio. Trabajo Online con parejas en México que ya no discuten por lo mismo, pero siguen igual de lejos. No vengo a mediar, sino a poner claridad donde el amor se volvió ruido.
Si aún dudas, mándame un mensaje o llámame. No para convencerte, sino para ver si este espacio es el que necesitas.
CDMX: dónde estoy y dónde trabajamos
Trabajo desde España, pero muchas de las personas con las que atiendo viven en la Ciudad de México.
Lo que cambia es el ruido alrededor: el tráfico, las prisas, las opiniones de todos.
Lo que no cambia es la pregunta que duele: ¿seguir forzando lo insostenible o abrir espacio para algo más verdadero?
En sesión, la distancia deja de importar. No hace falta estar en la misma ciudad para ver lo que está pasando entre vosotros.
Lo importante no es si estás en la Roma, en Coyoacán o en cualquier barrio de CDMX.
Lo importante es tener un lugar honesto donde hablar sin máscaras, donde mirar de frente lo que evitáis, y donde, si todavía hay algo vivo, encontrar cómo reconstruirlo.
Y si no, poder soltar con la calma de haberlo visto claro.
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