Terapia de pareja en Monterrey. Sesiones en línea desde casa

Si estás en Monterrey y buscas terapia de pareja, aquí lo trabajamos por videollamada México – España. Da igual en qué parte de la ciudad estés, no necesitas desplazarte.
Cuando todo avanza menos tu relación
En Monterrey el ritmo no perdona.
Trabajo, empresa, familia, compromisos.
Todo corre, menos lo que pasa entre vosotros.
Hacia fuera cumplís.
La vida sigue en orden: reuniones, proyectos, cenas familiares.
Pero por dentro la historia se atasca:
discusiones rápidas que no se cierran,
silencios que duran días,
un cariño que se siente más como responsabilidad que como elección.
Lo intentáis una y otra vez.
Pero siempre acaba igual:
uno se queda cargando la culpa,
el otro se encierra en su propio mundo.
Y aunque aún hay momentos en los que parece que sí,
que todavía importa,
el cansancio vuelve antes de que podáis sostenerlo.
Esto no es terapia para maquillar lo que ya no funciona.
Ni para aguantar solo por costumbre.
Es un espacio distinto:
para hablar lo que no se dice,
para cortar el ruido del día a día,
y decidir si aún queda algo que valga la pena reconstruir…
o si lo más honesto es dejarlo ir.
No es terapia al uso. Es otra cosa.
Aquí no hay listas de ejercicios.
No hay tareas para hacer después de la sesión.
No vas a escuchar frases prefabricadas de “hablen con más calma” o “escúchense con paciencia”.
Eso ya lo sabes.
Eso ya lo intentaste.
Y si funcionara, no estarías aquí.
Lo que hacemos es otra cosa:
– Cortar la inercia del día a día que nunca deja espacio.
– Poner en claro lo que no se dice porque incomoda.
– Mirar lo que duele, sin dar vueltas, sin adornos.
No vengo a convencerte de salvar tu relación.
Tampoco de terminarla.
Lo que hago es abrir un espacio donde se deja de posponer,
donde se deja de simular,
y donde se decide con la verdad sobre la mesa.
Cuándo sirve y cuándo no
Sirve cuando la relación se siente como otra carga más.
Cuando entre trabajo, familia y compromisos, ya no queda espacio para hablar sin reproches.
Sirve si ya intentaste lo de siempre:
– Hablar en serio y acabar discutiendo.
– Callar para no “hacer más grande el problema”.
– Perdonar de palabra, pero sin recuperar la confianza.
– Volver a empezar “por los hijos” o “porque toca”.
Sirve si todavía quieres ver si hay algo vivo debajo del cansancio,
pero no desde el deber ni desde la presión de que “hay que aguantar”.
No sirve si esperas que el otro cambie mientras tú sigues igual.
No sirve si buscas un manual rápido para “llevarse mejor”.
No sirve si lo que quieres es solo una sesión que calme por unos días,
sin tocar lo que de verdad incomoda.
Aquí no se trata de aparentar que todo está en orden.
Se trata de decidir si aún queda una base para reconstruir,
o si lo más honesto es aceptar que ya no la hay.
A veces, cuando todavía queda amor de verdad y ambos estáis dispuestos a miraros sin disfraz, la terapia abre un espacio que sorprende. No devuelve lo que se perdió, pero sí puede reconstruir algo nuevo, más real que lo que había antes. Eso ocurre cuando los dos quieren estar, aunque cueste.
Pero también hay que decirlo: si uno ya no quiere, si lo único que sostiene es el miedo, entonces no hay técnica que lo salve. La diferencia no la marca la terapia. La marca lo que aún queda vivo entre vosotros.
En ocasiones hace falta verlo explicado con calma: cuándo la terapia de pareja puede servir de verdad… y cuándo no va a cambiar nada. Lo escribí aquí. → Cuándo la terapia de pareja sí ayuda y cuándo no
Cómo son las sesiones
No tienes que venir preparado.
No hay guion, ni tarea para casa.
La sesión empieza con lo que traes tal cual: el cansancio, la duda, la bronca o el silencio.
A veces hablamos los tres (cuando viene la pareja).
A veces uno calla y el otro se desborda.
O uno de los dos decide entrar solo.
Yo no decido por ti.
No te doy consejos fáciles.
Lo que hago es poner orden en medio del caos:
sacar a la luz lo que no se está diciendo,
sostener la tensión sin suavizarla,
y abrir el espacio para que la decisión deje de estar en pausa.
Puede incomodar, pero no es un castigo.
Es un espacio para decir lo que normalmente se evita,
y para encontrar, aunque pese, la claridad que hasta ahora no aparecía.
Cómo se empieza la terapia de pareja (y por dónde se sigue)
A la terapia de pareja se entra por el Servicio técnico del alma.
Ahí se ve si el vínculo tiene arreglo o si lo que toca es cerrar.
Desde ahí, el camino se bifurca:
si hay base y queréis probar de verdad → Tres semanas de presencia,
si ya está claro pero cuesta soltar, o vienes solo → Frente al miedo.
Si decides moverte, esto es lo que hago.
Esto no va de hablar.
Va de mover.
Y para eso, hay tres formas posibles.
Cada una sirve para un momento distinto.

▸ Frente al miedo
Una hora de trabajo real.
Puedes venir una vez,
pero lo que transforma de verdad es volver:
semana a semana, cada quince días, o al mes.
No hay estructura fija.
Hay compromiso.

▸ Servicio técnico del alma
Una sola sesión intensiva de dos horas.
Una revisión profunda para ver qué sigue funcionando
y qué hay que dejar.
Entras, miras todo, sales con dirección.
Sin proceso. Sin vueltas.
Quién está al otro lado
Soy Eugenio. Trabajo Online con parejas en México que ya no discuten por lo mismo, pero siguen igual de lejos. No vengo a mediar, sino a poner claridad donde el amor se volvió ruido.
Si aún dudas, mándame un mensaje o llámame. No para convencerte, sino para ver si este espacio es el que necesitas.
Monterrey: dónde estoy y dónde trabajamos
Trabajo en línea desde España, pero muchas de las personas con las que hago sesiones viven en Monterrey y otros lugares de Nuevo León: San Pedro, Guadalupe, Apodaca, Escobedo…
Lo que cambia es el ritmo de vida acelerado, las distancias largas, la presión de estar siempre a la altura en un entorno exigente.
Lo que no cambia es esa sensación de que en casa algo no encaja y de que no puedes seguir cargándolo a solas.
Y ahí la distancia deja de importar: porque en la pantalla tienes a alguien que escucha lo que no sueles decir, que no juzga, y que sostiene contigo una decisión que hasta ahora has estado aplazando.
Da igual si estás en San Pedro, en Guadalupe o en el centro de Monterrey: lo que importa no es dónde estés, sino que tengas un espacio honesto donde hablar sin miedo y, si aún queda algo vivo, poder reconstruirlo.
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