Cuando una relación ya no duele… pero tampoco dice nada

acuerdo funcional en una relacion

La relación funciona. Pero tú ya no estás

Desde fuera, nadie lo diría.
Tenéis casa, hijos, rutina.
No hay discusiones importantes.
No hay gritos.
No hay ausencias que se puedan señalar con el dedo.

Lo básico está cubierto: respeto, compromiso, organización.
Hay cenas. Hay series. Hay tareas divididas.
Incluso hay sexo de vez en cuando.

Y sin embargo… algo en ti se va apagando.
Despacito.
Sin hacer ruido.
Como si estuvieras viviendo la vida de otra persona.

No sabes cuándo empezó.
Solo sabes que ya no hay nada que esperes.
Y tampoco te atreves a decirlo en voz alta.
Porque si lo dijeras… se caería todo.

El mito de la pareja madura

Te has dicho muchas veces que esto es normal.
Que todas las parejas pasan por etapas.
Que no se puede vivir siempre con pasión.
Que la vida real no es como en las películas.

Te lo has dicho tanto, que ya ni te lo cuestionas.
Porque ¿qué otra cosa vas a hacer?
¿Tirar por la borda tantos años, tantos esfuerzos, tanto construido?

Y así, lo llamas madurez.
Lo llamas amor real.
Lo llamas vínculo sólido.

Pero en el fondo sabes que no es eso.
Lo sabes.
Porque no hay ni rastro de alegría.
Ni de complicidad.
Ni de deseo.

Solo hay una especie de paz forzada, de acuerdo silencioso para no remover nada.

La trampa del equilibrio

Hay relaciones que no están mal.
Y por eso mismo, nunca se miran.
Porque no hay urgencia.
No hay síntomas extremos.
No hay nada que obligue a parar y preguntar.

Esa es la trampa.
Porque cuando algo va muy mal, al menos te obliga a posicionarte.
A gritar. A luchar. A salir corriendo.

Pero cuando todo más o menos encaja…
te acostumbras.
Y cada día pesa un poco más.

No por lo que pasa.
Sino por lo que no pasa.
Por lo que no se dice.
Por lo que ya no se siente.

Cuando no te haces daño… pero tampoco te haces bien

No hay reproches.
No hay heridas nuevas.
Pero tampoco hay cuidado.

No hay abrazos inesperados.
Ni mensajes que digan “pienso en ti”.
Ni esa sensación de ser importante para el otro sin tener que pedirlo.

Hay respeto, sí.
Pero un respeto frío.
Formal.
Como el que se tienen dos socios que ya no se soportan, pero siguen trabajando juntos.

Y hay una tristeza callada que no se puede compartir con nadie.
Porque si la nombras, lo rompes todo.
Y si la callas, te rompes tú.

¿Y si esto también es una forma de ruptura?

Quizá no te has separado.
Pero ya no estáis juntos.
Estáis juntos en lo logístico, en lo visible, en lo que puede medir el Excel familiar.
Pero no hay presencia.

Y eso, aunque no lo parezca, también es una forma de ruptura.
Solo que sin sangre.
Sin escándalo.
Sin papeles.

Es una ruptura interior.
Silenciosa.
Casi invisible.

La vives sin darte cuenta, hasta que un día ya no sabes quién eres dentro de esa relación.
Ni qué haces ahí.
Ni qué parte de ti sigues sosteniendo.

Las frases que lo sostienen todo

“Después de tantos años, esto también es amor.”
“Lo importante es que nos respetamos.”
“Esto es lo normal cuando hay hijos.”
“Ya no somos adolescentes.”
“Lo esencial es la familia.”

Lo repites como un mantra.
Y funciona.
Durante un tiempo.

Hasta que el cuerpo empieza a avisar.
Hasta que te cuesta dormir.
Hasta que te desconectas también de otras cosas que sí te importan.
Hasta que la vida entera se te vuelve gris, sin motivo aparente.

Y entonces, por fin, lo ves:
estás pagando un precio altísimo por no romper la estructura.

No sigues por amor. Sigues por no desmontar lo construido

No es el otro.
No es la historia.
No es la familia.

Es el vértigo.
El miedo a quedarte sin relato.
A tener que responderle a medio mundo.
A perder estatus, calma, validación externa.

Es que te da más miedo rehacer tu vida…
que seguir sin vivirla.

Y en ese cálculo interno, eliges quedarte.
No porque quieras.
Sino porque no te atreves a irte.

Y eso también es una decisión.
Aunque la disfraces de lealtad.
Aunque la disimules con frases razonables.
Aunque la justifiques con los niños, la economía o la historia compartida.

¿Qué pasa si no haces nada?

Nada.
Literalmente.

No pasa nada.
Y eso es lo más duro.

Porque todo sigue igual.
Y tú también.
Pero cada vez con menos ganas, con menos fuerza, con menos voz.

Y el día que alguien te pregunte si eres feliz…
te costará responder.
No porque la respuesta sea compleja.
Sino porque ni siquiera sabrás lo que eso significa ya.

Porque llevas tanto tiempo sin hacerte la pregunta,
que se te ha olvidado que podías elegir.

Lo que no se dice también te rompe

Callas por no herir.
Por no liarla.
Por no mover el suelo de los demás.

Y eso te convierte en un fantasma dentro de tu propia vida.
Vas, vienes, cumples, haces.
Pero sin estar.

Y todo el mundo te felicita por tener una relación tan estable.
Tan “sana”.
Tan “madura”.

Pero tú sabes que no lo es.
Porque una relación que te obliga a callarte para sostenerla…
no es estabilidad.
Es desaparición pactada.

Estás ahí. Pero ya no estás

Y eso es lo más difícil de nombrar.
Porque parece que exageras.
Que no tienes motivos.
Que deberías estar agradecido por lo que tienes.

Pero tú lo sabes.
Y eso basta.

Sabes que ya no estás.
Que ya no hay nada tuyo en esa relación.
Que podrías desaparecer… y todo seguiría igual.

No hay ansiedad.
No hay drama.
No hay gritos.

Pero tampoco hay vida.

Y seguir llamando a eso “amor”
es la forma más lenta de dejar de ser tú.

frente al miedo

Frente al MIEDO

No es amor lo que te ata, es miedo.
Y si no lo cortas, seguirás en pausa.
Moverte no es fácil, pero quedarte igual es rendirte.
Y si te quedas, que sea porque eliges, no porque no te atreves a decidir. Dejar de obedecer al miedo →


Lo que encontrarás en esta sección

El apego no se queda en lo que sientes.
Se cuela en cómo eliges, cómo discutes, cómo cedes… y cómo aguantas.

Si estás en pareja, si quieres estar, o si no sabes qué hacer con lo que tienes, estos textos te van a tocar.

Lo que nadie dice… pero muchos viven

Cuando tu pareja tiene otro estilo

Lo que nadie te explica sin filtro


Sobre este lugar

Quién soy
(No es una empresa. Hay una persona detrás. Aquí puedes ver quién.)

Contactar por WhatsApp (+34 659 88 12 63)
(Si no lo tienes claro, puedes escribir directo. No hay robots.)

Fuera del Mapa
(Si quieres entender mejor desde dónde se concibe Apegos Posibles.)