Superar una Ruptura cuando le sigues viendo cada día

ruptura cuando tienes que ver a tu ex a diario

Cerrar duele.
Pero no poder cerrar del todo te destroza.

No es que no quieras soltar.
Es que le ves todos los días. En alguna situación.
En el trabajo.
En casa.
En el grupo de amigos.
En la entrega de los niños.
En el pasillo. En la calle. En tu cabeza.

Y el vínculo, aunque roto, no deja de tocarte.
No puedes hacer contacto cero.
No puedes protegerte del todo.
Y eso lo vuelve todo más confuso. Más injusto. Más desgastante.

Lo intentas.
Pero cada gesto, cada cruce, cada frase suya, te reabre la herida.
Y vuelves a sentir cosas que ya no sabes cómo ordenar.

Cuando el duelo no se puede hacer en paz

Cerrar una relación ya es bastante duro.
Pero cuando le sigues viendo todos los días,
el duelo no empieza.
Se interrumpe, se distorsiona, se revienta.

Quieres tomar distancia,
pero compartís espacios, horarios, personas, escenas.
Y cada vez que lo ves, el cuerpo responde:
se acelera, se tensa, se parte.

Intentas no mirar.
Pero estás alerta.
Por si habla. Por si calla. Por si sonríe.
Por si parece bien… y tú no.

Y eso no solo duele.
Descoloca.
Porque te habías dicho que ya habías dado el paso.
Que ya estaba claro.
Que solo quedaba seguir.

Pero no sigues.
Repites.
El mismo gesto, el mismo cruce de miradas,
el mismo “voy bien” que no es verdad.

Y no es culpa tuya.
Es que nadie puede recomponerse mientras la herida se reactiva cada día.

Lo que se te mueve por dentro cuando le ves

Te dices que ya está.
Que lo has aceptado.
Que solo es una etapa.

Pero entonces aparece.
Cruzas su mirada.
Oyes su voz.
Le ves reír con otros.
Y algo en ti se tensa sin que puedas evitarlo.

El cuerpo lo nota antes que tú.
Se te encoge el pecho.
Te cambia la cara.
Te quedas sin aire.
O te bloqueas del todo.

Y vuelven cosas que creías cerradas:
la duda, la rabia, la necesidad, el miedo.
Y esa sensación absurda de tener que actuar bien
delante de quien ya no te cuida.

No puedes ignorarlo.
Y tampoco puedes mostrarlo.
Así que tragas.
Aprietas los dientes.
Y sigues como si nada.

Pero dentro, cada cruce te pasa factura.
Te desgasta.
Te desubica.
Y te deja más lejos de ti.

No es exagerado lo que te pasa.
Es lo que pasa cuando el duelo se vive con los ojos abiertos
y el cuerpo no tiene refugio.

Lo que no necesitas

No necesitas actuar con calma.
No necesitas hacer como si nada.
No necesitas seguir demostrando que lo llevas bien.

Porque no lo estás llevando bien.
Y eso no es un fallo: es una reacción.

No necesitas más paciencia.
Ni más autoanálisis.
Ni otro intento de entender por qué te afecta tanto.

Lo que necesitas es espacio interno para sostener lo que sientes,
sin tener que bloquearlo cada vez que aparece.
Y claridad para no convertir cada encuentro en una nueva recaída.

No necesitas que todo deje de doler.
Necesitas que no te arrastre cada vez que lo ves.

Y para eso,
no basta con respirar hondo.
Ni con distraerte.
Ni con esperar a que se te pase.

Hace falta que tomes una posición contigo.
Una que no dependa de cómo se comporte él o ella.
Una que puedas mantener aunque todo te siga removiendo por dentro.

Lo que sí necesitas

Necesitas una base interna que no tiemble cada vez que aparece delante.
Porque si cada gesto suyo te recoloca por dentro, nunca sales del mismo sitio.

No se trata de blindarte ni de fingir frialdad.
Se trata de tener un espacio propio, aunque su presencia te rodee.
Un lugar al que vuelvas cada vez que el cuerpo se dispara.

Necesitas poner nombre a lo que sientes, aunque sea incómodo.
Rabia. Celos. Tristeza. Vergüenza.
Todo eso sigue dentro aunque lo disimules.
Y lo que no nombras, se te clava más.

Necesitas dejar de negociar con cada cruce.
No puedes volver a decidir cada vez que le ves si aún le quieres o no,
si le odias o no,
si sigues con las cadenas o ya estás libre.
Esa decisión se toma una vez,
y luego se sostiene, aunque el cuerpo tiemble.

Necesitas una posición contigo que no dependa de cómo se comporte él o ella.
Porque si un gesto amable te ilusiona otra vez,
y una mirada fría te destroza,
no tienes centro.
Tu vida se convierte en un péndulo que siempre se mueve según el otro.

Lo que necesitas no es que deje de doler.
Eso no lo eliges.
Lo que eliges es que el dolor no decida por ti cada vez que se cruza en tu camino.

Necesitas claridad para separar lo que sientes de lo que haces.
Y valor para mantenerte, incluso cuando tu cuerpo quiera correr detrás o esconderse.

No basta con respirar hondo.
No basta con distraerte.
No basta con esperar a que pase el tiempo.
Hace falta moverte desde ti, aunque el escenario no cambie.

Lo que arrastras no siempre es lo que parece

Dos monjes iban por el camino.
Llegaron a un río crecido.
Una mujer no podía cruzar.

Uno de ellos la cargó sobre sus hombros,
la pasó al otro lado,
y siguieron andando.

Horas después, el otro estalló:
— No deberías haberla tocado. Es contra las normas.

Y el primero le dijo, sin enfado:
— Yo la dejé junto al río hace horas.
Tú aún la llevas encima.

Ver a tu ex cada día es inevitable.
Pero cargarlo dentro cuando ya pasó… es una elección.

Si decides moverte, esto es lo que hago.

Esto no va de hablar.
Va de mover.

Hay tres formas de hacerlo.
No hay orden.
Cada una sirve para un momento distinto.
Elige por lo que te pasa, no por lo que cuesta.

Cada formato puede hacerse solo o en pareja.
El trabajo es el mismo: mirar, decidir, avanzar.

servicio técnico del alma (1)

▸ Servicio técnico del alma
Una sesión sin reloj.
Dura lo que tenga que durar.
Sirve cuando llegas saturado, cuando todo pesa y no sabes por dónde empezar.
Entramos, miramos todo, se ordena y sales con dirección.
Sin proceso. Sin vueltas.

Precio: 90 € presencial · 80 € online · 60 € América Latina

Ver cómo funciona Servicio técnico del alma

tres semanas de presencia

▸ Tres semanas de presencia
Tres sesiones sin reloj + contacto real por WhatsApp entre medias.
Disponibilidad y presencia de verdad.
Sirve cuando ya decidiste, pero necesitas no volver atrás.
Un tramo cerrado, con principio y final.
Solo se hace una vez. No se repite.

Precio: 275 € (presencial u online)

Ver cómo funciona Tres semanas de presencia

frente al miedo actua

▸ Frente al miedo
Una hora de trabajo real.
Sirve cuando ya estás en marcha y necesitas mantener el ritmo.
Puedes venir una vez, o cada semana, o cada mes.
No hay fórmula. Hay esfuerzo, constancia y verdad.

Precio: 45 € presencial · 40 € online · 30 € América Latina

Ver cómo funciona Frente al miedo

Esto no va de probar. Va de moverse.
Si dudas, escríbeme o llámame. No para convencerte, sino para ver si este espacio es el que necesitas. Eugenio:


Sobre este lugar

Quién soy
(No es una empresa. Hay una persona detrás. Aquí puedes ver quién.)

Contactar por WhatsApp (+34 659 88 12 63)
(Si no lo tienes claro, puedes escribir directo. No hay robots.)

Fuera del Mapa
(Si quieres entender mejor desde dónde se concibe Apegos Posibles.)