Superar una ruptura con una persona narcisista

Sesiones para cortar el vínculo que te sigue arrastrando
No estás aquí porque tengas dudas sobre lo que viviste.
Estás aquí porque, aunque lo veas claro, no puedes soltar.
Te destrozó por dentro.
Pero lo peor no fue eso.
Lo peor fue que te convenció de que la culpa era tuya.
Que lo tuyo era demasiado intenso.
Demasiado exigente.
Demasiado frágil.
Demasiado todo.
Y ahora repites esas frases por dentro.
Cada día.
Como si todavía tuvieras que justificar lo que sientes.
Como si esa persona siguiera hablando dentro de tu cabeza.
Ya no está.
Pero sigues viviendo como si siguiera ahí.
Mirando su perfil.
Releyendo conversaciones.
Preguntándote si la echas de menos…
…o si lo que echas de menos es dejar de sentir este vacío enorme.
No buscas comprensión. Ya sabes lo que es un narcisista.
Buscas una salida.
Y no cualquier salida: una que no te haga traicionarte otra vez.
Se rompió. Y tú aún no sabes dónde estás.
No entiendes cómo has llegado a esto.
No era tu forma de amar.
No eras así antes.
Pero ahora vives al límite.
Rumiando cada frase.
Preguntándote si exageraste.
Intentando recordar si hubo algo que sí fue real.
Tienes la cabeza llena.
Y el cuerpo agotado.
Todo gira en torno a esa persona, incluso cuando no está.
Sabes que no va a volver para hacerte bien.
Sabes que no te quiere como necesitas.
Y aun así, lo esperas.
Te repites que fue algo muy tóxico.
Pero te culpas igual.
Te alejas… y recaes.
Bloqueas… y vuelves a mirar.
No confías ya en lo que sientes.
Ni en lo que piensas.
Ni en ti.
No sabes si echas de menos al otro
o si solo quieres dejar de sentir este agujero.
Lo que aún te ata sin que lo veas
No es amor.
Es un reflejo.
Pero no uno cualquiera: es el reflejo de quien fuiste cuando todavía creías que si te esforzabas lo suficiente, te querrían bien.
Esa persona —el narcisista— no solo te hirió.
Te usó como espejo.
Te hizo construir una versión de ti para poder sostener su necesidad de sentirse especial.
Y tú aceptaste, porque esa versión tuya también te servía:
te hacía sentir necesario, imprescindible, fuerte, capaz de reparar.
Por eso, aunque ya no esté, no puedes soltar.
Porque lo que sigues intentando salvar no es al otro, sino a esa parte de ti que aún cree que puede conseguir lo que no tuvo.
No esperas su perdón: esperas demostrar que valías la pena.
Esa es la trampa.
Cada vez que imaginas que podría volver distinto, cada vez que repasas lo que dijiste o hiciste mal, en realidad estás repitiendo el contrato secreto que os unía:
“Yo me arreglo y tú me ves.”
No hay salida mientras sigas cumpliendo ese pacto.
Y no se rompe entendiendo por qué ocurrió, sino viendo con claridad qué haces cada vez que vuelves a entrar.
Cuando bloqueas, pero revisas si te ha escrito.
Cuando dices que ya pasó, pero esperas su reacción.
Cuando sientes alivio un día y al siguiente vuelves a revisar su perfil.
No estás fallando.
Estás obedeciendo la misma lógica que te ató desde el principio:
la de probar que ahora sí serás suficiente.
Eso es lo que hay que cortar.
No al otro: al gesto interno que busca su mirada antes de decidir.
Salir no es huir.
Es dejar de querer ganar en un juego que nunca tuvo reglas limpias.
Es aceptar que no va a haber cierre, ni justicia, ni reparación.
Que lo único que puedes recuperar es tu propia voz cuando dejes de justificar lo injustificable.
Y duele.
Duele porque soltar el vínculo no es olvidar a la persona,
es renunciar a la esperanza de que un día te reconozca.
Esa es la muerte real del vínculo: cuando entiendes que el alivio no vendrá de fuera.
Entonces algo se recoloca.
No en la cabeza, en el cuerpo.
Empieza a volver el aire.
No porque entiendas lo que pasó,
sino porque ya no necesitas que tenga sentido para seguir viviendo.
Hay un momento en que entender deja de servir.
Y solo queda elegir qué haces con lo que sabes.
Si decides moverte, esto es lo que hago.
Esto no va de hablar.
Va de mover.
Hay tres formas de hacerlo.
No hay orden.
Cada una sirve para un momento distinto.
Elige por lo que te pasa, no por lo que cuesta.
Cada formato puede hacerse solo o en pareja.
El trabajo es el mismo: mirar, decidir, avanzar.

▸ Servicio técnico del alma
Una sesión sin reloj.
Dura lo que tenga que durar.
Sirve cuando llegas saturado, cuando todo pesa y no sabes por dónde empezar.
Entramos, miramos todo, se ordena y sales con dirección.
Sin proceso. Sin vueltas.
Precio: 90 € presencial · 80 € online · 60 € América Latina

▸ Tres semanas de presencia
Tres sesiones sin reloj + contacto real por WhatsApp entre medias.
Disponibilidad y presencia de verdad.
Sirve cuando ya decidiste, pero necesitas no volver atrás.
Un tramo cerrado, con principio y final.
Solo se hace una vez. No se repite.
Precio: 275 € (presencial u online)
Esto no va de probar. Va de moverse.
Si dudas, escríbeme o llámame. No para convencerte, sino para ver si este espacio es el que necesitas. Eugenio:
Mapa Rupturas de Pareja
> Adicción a una persona. El enganche
> Disparadores que te hacen volver
> Pensamientos obsesivos tras una ruptura
> Distorsiones cognitivas que te atrapan
> Cómo dejar de idealizar a tu ex
> No podrás soltar a tu ex mientras sigas creyendo que eso era amor
> Duelo tras una ruptura: no se cura con el tiempo ni con perdón
> Lo que aprendiste tras la ruptura y cómo no repetirlo
> Superar ruptura. ¿En qué escenario estás tú?
> «Cómo recuperar a tu ex» (y lo que esa búsqueda dice de ti)
Ir directo
Sobre este lugar
→ Quién soy
(No es una empresa. Hay una persona detrás. Aquí puedes ver quién.)
→ Contactar por WhatsApp (+34 659 88 12 63)
(Si no lo tienes claro, puedes escribir directo. No hay robots.)
→ Fuera del Mapa
(Si quieres entender mejor desde dónde se concibe Apegos Posibles.)


