Superar una Ruptura trabajando juntos

ruptura trabajando juntos

Cada día en el trabajo es una herida abierta.
Tienes a esa persona delante. La ves. La oyes.
Reuniones. Pasillos. Correos. Mensajes.
Presencia sin distancia. Ruido sin pausa.

Y tú ahí:
intentando mantener la compostura,
sonriendo lo justo,
respondiendo con tono neutral,
haciendo como si todo estuviera bien.

Pero no está bien.
Porque te sigues rompiendo.
Y no puedes mostrarlo.
Y no puedes evitarlo.

La relación terminó,
pero la escena no.
Y el cuerpo lo sabe.

Lo que el trabajo no te deja procesar

No puedes llorar.
No puedes hablar.
No puedes desaparecer ni un minuto.

Y sin embargo, cada día es una herida nueva.

Llegas con el gesto controlado.
Preparas lo que tienes que decir.
Ensayas la distancia justa para no parecer en exceso distante… ni que se note todo lo que te afecta.
Y por dentro, una parte de ti está pidiendo salir corriendo.

Ves llegar tu ex.
Escuchas sus opiniones.
Te cruzas con su risa.
O te lanza una mirada que no sabes cómo leer.
Y todo se te revuelve.
Otra vez.

Pero no puedes mostrarlo.
Porque aquí hay reuniones, plazos, clientes, correos.
Y tú tienes que rendir como si nada.

Así que aprietas.
Finges.
Sobrevives.
Y cuando sales… ya no sabes ni cómo te sientes.

Porque no hubo espacio.
Porque todo lo que dolía lo tuviste que guardar sin aire.

No es que estés exagerando.
Es que estás sosteniendo lo insostenible… en silencio.

Lo que no necesitas

No necesitas más fuerza de voluntad.
No necesitas disimular mejor.
No necesitas hacer como si ya lo hubieras superado.

Tampoco necesitas entender más a tu ex.
Ni repasar lo que pasó.
Ni castigarte por seguir sintiendo.

Porque esto no va de cerrar un capítulo.
Va de convivir con la herida sin que te coma por dentro.

No necesitas técnicas para evitar que te afecte.
Necesitas un lugar donde puedas ver lo que te pasa sin tener que explicarlo todo el rato.

Y una forma de moverte
que no dependa de cómo se comporte él o ella.

Aquí no sirve el “tiempo lo cura todo”.
Porque el tiempo, en este escenario,
no pasa: se repite.

Y cuanto más finges que lo llevas bien,
más te pierdes tú para mantener la escena.

El punto ciego

No es el trabajo.
Es la escena que repites sin darte cuenta.

Dices que no puedes cambiar de empleo,
pero en realidad lo que no puedes cambiar es el papel que sigues jugando dentro de ese espacio.
Te esfuerzas por parecer profesional,
por demostrar que ya lo superaste,
por no darle motivos para pensar que te afectó tanto.

Y ahí está la trampa:
sigues intentando controlar la narrativa,
como si la única forma de recuperar la dignidad fuera mantener el equilibrio.

Pero esa calma no te libera.
Te encierra.
Porque mientras controlas, no respiras.
Y mientras reprimes, el cuerpo sigue hablando: en tensión, en sueño cortado, en cansancio constante.

El trabajo se convierte en un escenario congelado,
y tú en un actor que repite la misma escena cada día,
esperando que cambie el guion sin atreverte a salir del teatro.

Y no se trata de dimitir ni de enfrentarte.
Se trata de dejar de actuar.
De que lo que hagas allí no siga girando alrededor de demostrar nada.

No tienes que borrar lo que fue.
Solo dejar de obedecer lo que ya no es.
Porque cada vez que finges que no pasa nada,
refuerzas la idea de que sigues bajo su mirada.

Y lo que más duele no es verle cada día,
sino seguir viviendo como si aún te estuviera evaluando.

Salir de ahí no es huir.
Es recuperar la voz que se te quedó callada entre reunión y reunión.
Esa que no pide permiso para sentir,
y que empieza a volver cuando dejas de fingir que no te duele.

El hombre que prefería no hacerlo

Melville escribió la historia de un oficinista gris,
encerrado en una rutina sin alma,
que un día dejó de obedecer.
No se rebeló.
No huyó.
Solo empezó a responder: “Preferiría no hacerlo.”

Al principio, nadie entendió nada.
Pensaban que se había rendido.
Pero en realidad, había hecho lo más difícil:
dejar de participar en un sistema que ya no tenía sentido para él.

Su gesto era mínimo, pero absoluto.
Seguía allí, en la misma oficina,
rodeado de las mismas personas,
pero ya no jugaba el mismo juego.
Y eso lo cambió todo.

Cuando trabajas cada día junto a quien te rompió,
pasa algo parecido.
Te esfuerzas por mantener la compostura,
por cumplir con lo que toca,
por que no se note lo que todavía duele.
Pero cada vez que finges que no pasa nada,
sigues obedeciendo un guion que ya no es tuyo.

A veces liberarse no significa irse.
Significa, simplemente, dejar de repetir la escena.
No hacer como si nada.
No sonreír por inercia.
No responder a cada gesto suyo.

Solo decir, aunque sea por dentro:
“Preferiría no hacerlo.”

No es rebeldía.
Es dignidad.
Y es el primer acto de libertad dentro de un lugar donde todo parecía decidido.

Si decides moverte, esto es lo que hago.

Esto no va de hablar.
Va de mover.

Hay tres formas de hacerlo.
No hay orden.
Cada una sirve para un momento distinto.
Elige por lo que te pasa, no por lo que cuesta.

Cada formato puede hacerse solo o en pareja.
El trabajo es el mismo: mirar, decidir, avanzar.

servicio técnico del alma (1)

▸ Servicio técnico del alma
Una sesión sin reloj.
Dura lo que tenga que durar.
Sirve cuando llegas saturado, cuando todo pesa y no sabes por dónde empezar.
Entramos, miramos todo, se ordena y sales con dirección.
Sin proceso. Sin vueltas.

Precio: 90 € presencial · 80 € online · 60 € América Latina

Ver cómo funciona Servicio técnico del alma

tres semanas de presencia

▸ Tres semanas de presencia
Tres sesiones sin reloj + contacto real por WhatsApp entre medias.
Disponibilidad y presencia de verdad.
Sirve cuando ya decidiste, pero necesitas no volver atrás.
Un tramo cerrado, con principio y final.
Solo se hace una vez. No se repite.

Precio: 275 € (presencial u online)

Ver cómo funciona Tres semanas de presencia

frente al miedo actua

▸ Frente al miedo
Una hora de trabajo real.
Sirve cuando ya estás en marcha y necesitas mantener el ritmo.
Puedes venir una vez, o cada semana, o cada mes.
No hay fórmula. Hay esfuerzo, constancia y verdad.

Precio: 45 € presencial · 40 € online · 30 € América Latina

Ver cómo funciona Frente al miedo

Esto no va de probar. Va de moverse.
Si dudas, escríbeme o llámame. No para convencerte, sino para ver si este espacio es el que necesitas. Eugenio:


Sobre este lugar

Quién soy
(No es una empresa. Hay una persona detrás. Aquí puedes ver quién.)

Contactar por WhatsApp (+34 659 88 12 63)
(Si no lo tienes claro, puedes escribir directo. No hay robots.)

Fuera del Mapa
(Si quieres entender mejor desde dónde se concibe Apegos Posibles.)