Cuando alguien se acerca, te alejas

cuando alguien se acerca, te alejas

Te ilusionas.
De verdad.
No es pose.
No es indiferencia.
No es falta de interés.

Pero cuando la cosa se vuelve real —cuando el otro se acerca de verdad, cuando te mira sin disfraz, cuando te elige—
ahí aparece algo que no controlas:

la necesidad urgente de aire.

No sabes explicarlo.
No lo entiendes del todo.
Solo sientes el impulso claro:
“esto va demasiado deprisa, demasiado cerca, demasiado dentro.”

No es que no quieras.
Es que algo se activa justo cuando el vínculo empieza a pedirte presencia.

Y entonces haces lo que siempre haces:

– te alejas,
– te ocupas,
– te pierdes en tu cabeza,
– reduces contacto,
– respondes más lento,
– empiezas a encontrar “peros”,
– creas distancia sin ruido.

No para castigar.
No para manipular.
Sino para respirar.

No huyes de la persona. Huyes de la intensidad que te despierta

Esa es la diferencia que nadie ve.

La gente cree que el evitativo “no quiere”, “no siente”, “no se vincula”.
Mentira.

Claro que sientes.
Pero sientes dentro de un sistema que aprendió a sobrevivir alejándose.

Tu distancia no es frialdad.
Es protección.

Cada vez que alguien se acerca, no aparece el amor:
aparece el miedo a perderte a ti.

Y tu cuerpo responde con lo único que aprendió que funciona:
retirarte.

No para hacer daño.
Para no sentirte atrapado.

La cercanía te asfixia porque la confundes con perder tu sitio

Cuando el otro se abre, tú no ves apertura.
Ves demanda.
Carga.
Responsabilidad que no sabes si podrás sostener.
Ves un movimiento que te exige una entrega que te parece demasiado grande para ti.

La intensidad del otro —su entusiasmo, su claridad, su disponibilidad—
a ti te llega como presión,
no como cariño.

Y ahí se activa el reflejo:

“Si sigo aquí, voy a quedar atrapado en algo que no puedo manejar.”

Tu sistema reacciona así:

– te cierras,
– analizas,
– te desconectas emocionalmente,
– miras los fallos,
– exageras las incompatibilidades,
– te convences de que “no es para tanto” o “algo no encaja”.

No porque no haya nada.
Sino porque la conexión, cuando te alcanza de verdad, te toca un lugar donde nunca te sentiste seguro.

El problema no es que te alejes. El problema es que nunca dices por qué

Te vas sin ruido.
O te quedas, pero desapareces por dentro.
El otro siente el vacío, pero no entiende nada.
Tú tampoco lo explicas.
Ni siquiera sabes explicarlo.

Solo sabes que necesitas recuperar control, espacio, distancia.

Y mientras tú respiras,
el otro siente:

– abandono,
– desinterés,
– frialdad,
– incoherencia,
– confusión.

Y empieza a acercarse más.
A pedir señales.
A intentar “salvar” lo que siente que se está perdiendo.

Y tú, justo por eso, te cierras más.

Porque para ti, que alguien se acerque con intensidad
se siente como si te estuvieran quitando aire.

Aquí es donde la historia se repite: el otro se desborda porque tú te retiras. Y tú te retiras porque el otro se desborda

No es culpa de nadie.
Pero es una danza muy precisa:

  1. El otro se acerca.
    Se ilusiona. Te muestra. Te elige.
  2. Tú recibes esa cercanía como invasión.
    Te descoloca. Te presiona. Te quita margen.
  3. Te alejas para recuperar aire.
    Sin odio. Sin intención de dañar. Solo por supervivencia.
  4. El otro siente la retirada como rechazo.
    Se activa su herida. Busca más contacto. Pide más señales.
  5. Esa demanda te asfixia aún más.
    Y te alejas todavía más.

Y así hasta que uno de los dos se rompe.

Lo que más te asusta no es el vínculo. Es la posibilidad de que el vínculo te absorba

Tú no temes amar.
Temes desaparecer dentro del amor.
Temes perder tu espacio mental, tu independencia, tu refugio interno.
Temes que, si alguien entra demasiado, ya no puedas salir sin destruirlo todo.

El compromiso no te da miedo por el compromiso en sí,
sino porque lo vives como pérdida de ti.

Lo que te pasa no es frialdad.
Es la memoria de haber tenido que sostenerte solo.

Y cuando alguien quiere entrar ahí dentro,
tu cuerpo dice:
“No abras.”

Pero la verdad es esta: siempre te vas justo cuando las cosas empiezan a ponerse bien

Cuando el vínculo promete algo real.
Cuando la persona no juega.
Cuando no tienes que adivinar.
Cuando te quieren sin reservas.

Ahí no te alejas porque no sientas.
Te alejas porque sentir te expone.

Porque aceptar que te importa
te pone en un terreno donde ya no controlas todo.

Y tú has vivido demasiado tiempo sin depender de nadie
como para entregarte sin miedo.

El cambio no empieza acercándote más. Empieza dejando de alejarte por impulso

No se trata de forzarte a ser más cariñoso.
Ni de obligarte a “abrirte”.
Ni de contarte historias de amor seguro.

Se trata de aguantar la incomodidad sin huir.

Cuando alguien se acerca y notas que te tensas,
ahí no tienes que correr.
Ni cortar.
Ni desaparecer.
Solo tienes que quedarte un poco más de lo que tu reflejo te permite.

Un segundo más.
Una respuesta más honesta.
Un silencio menos defensivo.
Una frase que diga:
“Estoy aquí, pero necesito ir despacio.”

Esa frase cambia relaciones.
Porque no es distancia.
Es verdad.

Y en esa verdad, tú no desapareces.
Ni el otro se asfixia.
Ahí empieza, por primera vez,
una forma de vincularte donde no tienes que huir para respirar.

Si decides moverte, esto es lo que hago.

tres semanas de presencia

Hay un tramo.
Tres semanas intensas.
Tres sesiones sin reloj, por videollamada.
Y entre ellas sigo ahí —por WhatsApp.

Lo que te coloca en tu sitio ocurre entre una sesión y otra.

Este tramo sirve para una cosa:
salir del punto donde llevas tiempo atrapado.

En pareja o solo.
Según lo que tengas que mover.

Relaciones que duelen.
Lugares donde no cabes.
Rupturas que no se cierran.
Decisiones que aplazas.
Patrones que vuelven.

Si estás en ese punto, entra:

Tres Semanas de Presencia
No todo lo que lees termina en ti ↓
Copiar enlace
decisiones no tomadas

Decisiones no tomadas

Un canal por email sobre el peso de decidir,
de no decidir, y de actuar desde el miedo o desde la valentía.
Saber más →


Formas de moverse

Dos tramos. Según dónde estés.

> TRES SEMANAS DE PRESENCIA cuando estás atrapado y necesitas decidir.

> SEGUIR EN PIE cuando estás cayendo y necesitas no romperte.

Si ya nos conocemos. Sesiones. Lo que ya existe no empieza de cero.

Sobre este lugar

Quién soy
(No es una empresa. Hay una persona detrás. Aquí puedes ver quién.)

Contactar por WhatsApp (+34 659 88 12 63) / Email (voz@apegosposibles.com)
(Si no lo tienes claro, puedes escribir directo. No hay robots.)

Fuera del Mapa
(Si quieres entender mejor desde dónde se concibe Apegos Posibles.)

Territorios


Decisiones no tomadas

Un canal por email
sobre decisiones que no se toman cuando toca.
Apuntarse al canal


Otros contenidos
Terapia de pareja online

Posibles. Calle de las Higueras, 6. 28770. Colmenar Viejo. Madrid