Por qué sigues alejándote de una relación segura (aunque digas que la deseas)

No es que no quieras amor.
Es que no soportas lo que pasa cuando lo tienes.
Cuando alguien te cuida,
cuando no hay drama,
cuando el otro se queda sin exigirte nada…
Te bloqueas.
Te aburres.
Te vas.
O te quedas, pero empiezas a romperlo desde dentro.
Hay dos formas de hacerlo.
Dos formas de sabotear una relación que podría funcionar.
El que corre hacia el fuego
No soporta la calma.
La confunde con vacío.
Cuando todo va bien,
piensa que algo falla.
Empieza a buscar errores.
A dudar.
A crear tensión donde no la había.
No porque no quiera amor.
Sino porque sin lucha, no sabe qué hacer con lo que siente.
Necesita intensidad.
Porque solo así se siente vivo.
Y si no la hay… se la inventa.

Cuando el miedo a perder no te deja ser feliz
Necesitas señales. Buscas confirmación. Y cuanto más te acercas, menos paz tienes.
No es que quieras demasiado.
Es que el miedo decidió por ti. Estar sin vigilar →
El que huye de la llama
No soporta el calor que no puede controlar.
Cuando la relación se vuelve estable,
cuando el otro se queda,
cuando pide más…
se encierra.
Se enfría.
Se aleja.
No porque no quiera amor.
Sino porque siente que lo van a atrapar.
Que va a desaparecer dentro del vínculo.
Prefiere quedarse solo,
antes que perder su forma.
Los dos quieren querer.
Pero cuando el amor se queda,
uno se quema por exceso de ganas mal canalizadas.
y el otro se escapa por miedo.
Cuando te alejas justo cuando algo va bien
Si al principio estás, pero luego te alejas. Si algo se apaga cuando el otro se acerca de verdad. No eres frío. Te estás protegiendo.
Y eso también se puede trabajar, si eliges abrir sin rendirte. Quedarte un poco más cerca →
Cómo lo saboteas sin darte cuenta
No dices “esto me da miedo”.
Dices:
— “Ya no siento lo mismo.”
— “Creo que no es para tanto.”
— “Necesito pensar.”
— “Ojalá pudiera, pero no me sale.”
Y te convences de que es intuición.
Pero no lo es.
Es miedo.
Camuflado.
Razonado.
Elegante.
El que corre hacia el fuego empieza a sentir que falta algo.
Se pone exigente.
Busca defectos.
O crea conflicto solo para recuperar la tensión que antes lo hacía vibrar.
El que huye de la llama se vuelve confuso.
Pide espacio.
Cierra la conversación.
No responde del todo, pero tampoco se va.
Ambos creen que están siendo sinceros.
Pero lo que están haciendo es protegerse.
Lo que de verdad te da miedo
No es la otra persona.
No es que no te guste.
No es que no sientas.
Lo que te asusta
es lo que pasa dentro de ti cuando el vínculo se vuelve real.
Si corres hacia el fuego
Te aterra que, si no hay drama, no haya nada.
Que si no tienes que luchar por amor,
te des cuenta de que estás vacío.
Porque el conflicto te ocupa.
El deseo te empuja.
La intensidad te distrae.
Pero cuando alguien está, sin huir, sin jugar…
todo ese ruido desaparece.
Y entonces aparece lo que hay debajo.
Y eso no lo sabes sostener.
Si huyes de la llama
Te aterra que el otro entre.
Que te vea.
Que te toque donde más escondes.
Porque estar con alguien de verdad
implica soltar el control.
Y tú has aprendido a vivir protegido.
Sin depender.
Sin abrir del todo.
Amar sin huir
te obliga a rendirte.
Y eso te parece peligroso.
Lo repites sin darte cuenta
No parece un patrón.
Parece “esta vez no funcionó”.
Parece “con esta persona no era”.
Pero si miras bien… se repite.
El que corre hacia el fuego
Siempre empieza igual.
Con mucha conexión.
Con intensidad.
Con ganas.
Hasta que el otro se queda.
Entonces se apaga.
Empieza a ver fallos.
A sentir que no es suficiente.
Y lo deja.
O lo empuja hasta que el otro se va.
Después dice: “No era la persona”.
Pero en el fondo… le asustaba la calma.
El que huye de la llama
También empieza bien.
Todo fluye.
Se abre poco a poco.
Hasta que el otro pide más.
Más presencia.
Más entrega.
Y ahí se cierra.
Se vuelve vago.
Se distancia.
Dice que no sabe qué le pasa.
Que necesita pensar.
Pero en el fondo… le asustaba quedarse.
Y así, una vez tras otra,
desean lo mismo que sabotean.
Hasta que alguien lo ve.
Ningún vínculo seguro va a parecerte amor… mientras el miedo decida por ti
Puedes seguir diciendo que quieres estabilidad.
Que quieres dejar de repetir.
Que buscas una relación tranquila.
Pero mientras sigas huyendo cuando alguien se queda,
o rompiendo lo que ya no duele,
nada va a durar.
Porque no es que no lo encuentres.
Es que no lo soportas.
Y hasta que no mires ese miedo de frente,
lo vas a seguir llamando intuición.
Pero no es intuición.
Es defensa.
¿Y si no estás eligiendo mal, sino desde el lugar equivocado?
Puedes seguir creyendo que tienes mala suerte. O mirar por fin lo que repites. Trabajo con personas que no entienden por qué siempre acaban igual.
No busco cambiarte. Pero sí sacarte del bucle.
→ Romper el ciclo de una vez
Lo que encontrarás en esta sección
Cambiar no es entender más.
Es dejar de justificar lo que ya no te representa.
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Estos son los artículos que te pueden ayudar si ya sabes lo que te pasa… pero no sabes cómo salir:
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- Base de seguridad en pareja: el pilar de una relación sólida
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- ¿Realmente puedo cambiar mi estilo de apego o el de mi pareja?
Spoiler: tú sí. El otro, solo si quiere. Lo que sí puedes es dejar de adaptarte para que encaje. - Por qué sigues alejándote de una relación segura (aunque digas que la deseas)
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No son fórmulas mágicas. Pero sí caminos concretos que puedes recorrer sin perderte.
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